Se trata de flora incipiente, es decir, que todavía no ha ocupado superficies muy extensas, como el maracuyá, el lupino, la higuerilla y la acacia negra.
La presencia de la flora invasora ha llegado incluso a los lugares de la isla que parecían más inexpugnables. Es así como en la cumbre del cerro El Yunque se han encontrado flores de nomeolvides que han sido llevadas hasta ahí por las aves y el viento.
Además, hay tres clases de ratas que afectan la vegetación, porque se comen las semillas y los brotes, lo que impide su reproducción.
En las islas Robinson Crusoe y Alejandro Selkirk, del archipiélago de Juan Fernández la tasa de endemismo vegetal es la mayor a nivel mundial respecto de la presencia de unidades por superficie de suelo. Esto ha ocurrido porque el proceso evolutivo de la biodiversidad de la isla tuvo lugar de una forma muy alejada del continente y por eso desarrolló su propia flora.
Pero desde su descubrimiento, en 1574, hasta ahora, ha recibido gran cantidad de especies invasoras, las que en forma permanente se han ido incorporando a su ecosistema, compitiendo con la vegetación nativa.
El mayor problema se presenta en Robinson Crusoe ya que prácticamente la mitad del bosque endémico ha sido invadido por la zarzamora el maqui y la murtilla, reconoce Fernando Baeriswyl coordinador del proyecto GEF de especies exóticas invasoras en Chile.
La iniciativa, impulsada por el Ministerio de Medio Ambiente y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que lideran desde hace tres años un programa piloto en Juan Fernández, cuenta con el apoyo de las ONG Oikonos Island Conservation, además de la Conaf, el SAG y autoridades locales.
Para evitar que el daño aumente el trabajo se ha concentrado en el control de lo que llaman especies incipientes, es decir, aquellas que todavía no han consolidado su presencia. A estas se las ha combatido especialmente en los jardines de las casas del poblado de San Juan Bautista y en los asentamientos temporales de los pescadores en Alejandro Selkirk.
Es así como ya hay un grupo de 11 que han sido eliminadas y ahora Oikonos desarrolla un proceso de monitoreo para verificar que no reaparezcan. En Robinson Crusoe se trata de la caña común, el falso té, el lupino y el maracuyá, mientras que en Alejandro Selkirk se ha trabajado exitosamente en la remoción de la acacia negra, la parra Madeira, el estramonio, la oca rosa, la higuerilla el estramonio y el ricino.
Otras 17 plantas están en proceso de control, es decir, si bien se ha trabajado en su remoción, todavía quedan ejemplares. En esta condición se encuentran especies como el agave y la cola de zorro.
En cuanto al procedimiento de erradicación, Baeriswyl explica que normalmente se las saca de raíz, sin dejar ningún brote. «Una vez que se extrae la planta, esta se quema, como la cola de zorro, o se entierra dentro de una bolsa plástica negra para que se pudra y no produzca semillas, que es lo que se ha hecho con el agave».
La clave es actuar antes que la especie se propague y distribuya ampliamente. «Por ejemplo, en el caso de especies de las que existía un solo ejemplar, como la ojitos negros no revistió mayor trabajo, a diferencia del enorme esfuerzo que ha involucrado controlar especies con mayor número de ejemplares y distribuidas ampliamente en el pueblo, como ocurrió con la cola de zorro», explica Peter Hodum, director de Oikonos en Chile. La organización se ha dedicado al trabajo en terreno. Primero consensúan con la comunidad la necesidad de remover una especie y luego, desarrollan la acción.
En el caso de la zarzamora, el maqui y la murtilla, la erradicación que ya es un proceso difícil y caro resulta muy improbable, admite Baeriswyl. «Cuando una especie supera las mil hectáreas de ocupación el problema es muy serio».
Por eso hoy evalúan, junto con Oikonos, métodos para controlarlas que sean económicamente factibles como el control biológico.
Los fondos de este proyecto GEF solo duran cinco años, pero la idea es que con el trabajo que se haga se dejen plantadas las bases para que las instituciones particulares y el municipio sigan haciéndolo. «Ya hay bastante experiencia entre los socios y hay una colaboración muy importante», destaca Erin Hagen, coordinadora de Island Conservation en Chile. Asegura que las ONG seguirán buscando cofinanciamiento y trabajando con la comunidad, pero reconoce que la efectividad del programa a largo plazo dependerá de la’ capacidad de las instituciones del Estado de incluir este tipo de iniciativas en sus actividades anuales.
Fuente: El Mercurio.
Fotografía: Fernando Baeriswyl.